Una familia decide cambiar el patio de su casa y convertir el suelo en tierra fértil y plantan flores y arbustos y traen rocas y viejas maderas. Semana tras semana, el aspecto de este espacio mínimo va cambiando. Les permite ver los detalles más pequeños de la naturaleza, como las manchas de las mariquitas; observar diferencias entre plantas que parecen iguales y nos lo hacen llegar a través de un diario de su huerto: ese pequeño espacio que les permite aprender y maravillarse. De una semilla, que no es casi nada, y un poco de trabajo diariamente, el huerto, su pequeño paraíso, cada día les da algo. Pero a pesar de los cambios, en el huerto todo es calma y tranquilidad, el huerto no tiene prisa y necesita su tiempo. Tiempo para parar, para mirar en el envés de las hojas, para buscar pulgones entre las tomateras, para crear cabañas, para pensar en un sistema de riego. Después ya llegará el momento de recoger las frutas y las verduras e incluso de comerlas y de hacer conservas. Y después todo se repetirá, como el ciclo de la vida. El libro transmite ese espacio de sosiego en medio de la velocidad que nos acompaña cada día y los niños observarán este micromundo tan generoso en el que hay que tener los ojos bien abiertos y les hará pensar en la grandeza de la naturaleza. Bibliotecas Municipales de Valladolid (Valladolid)