Así es lo salvaje, incontrolable, como este cocodrilo que se cuela en la ciudad de la mano de una inconsciente señora que nunca ve lo que su animal de compañía devora. El humor que destila el libro, se consigue con una doble narración: lo que ve la señora y lo que el lector contempla. El libro utiliza un gran número de recursos gráficos para mostrar escenarios en los que el cocodrilo devora de una manera rápida y también para mostrar cómo llega a alcanzar un tamaño que se desborda del libro. Es curioso el final propuesto por los autores: si los lectores no pueden resistir que el cocodrilo se haya comido a tantos, pueden abrirlo con unas tijeras y sacar a todos los personajes de nuevo a la narración. Asumir que lo salvaje es salvaje parece que necesita, si se dirige a los niños, un poco de azúcar. A Mano Cultura