Ana Cristina señala el bosque como el espacio simbólico por excelencia en la literatura infantil. No solo por su geografía intrincada y por  ser lugar de peligro y de hallazgos, también porque allí se dan cita las fuerzas femeninas, lo grande y lo pequeño, la luz y la sombra. Adentrarse en los bosques literarios es ir al encuentro de las raíces de una literatura que no se conforma con ser efímera.